Negocio sin brillo

Zamora tenía un plan ambicioso. Enfrentar al Boca Juniors que hasta hace poco menos de dos meses era el dictador del torneo argentino no era una prueba sencilla pero el técnico Oscar Gil lo dividió en dos, una parte era contener al gigante, mitad que cumplieron casi a plenitud. La otra era proponer fútbol, materia que aplazaron, lo que desembocó en un 0-0, descolorido como el escudo zamorano pero valioso como el oro de la camiseta xeneize. Luego del partido, el técnico argentino Julio César Falcioni, se lamentó de la pelota que Silva estrelló en el poste y de no haber podido quebrar el candado llanero, que cercó al hijo ilustre, Juan Román Riquelme, obligándolo a maniobrar lejos del arco del debutante Forero. Pero el cuadro argentino tenía muchas más armas con los desprendiminetos de Ervitti o las subidas de sus laterales y con Silva y Cvitanich, quienes convirtieron casi cualquier pelota en una ocasión. A Zamora le costó mucho más pisar el área de Orión, seña de una inferioridad de la que nunca rehusaron. Desde ahí, desde un escalón más abajo en experiencia, apellidos y jerarquía, Gil intentó salvar las distancias y logró un punto. Estamos...

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