Una niña y un micrófono

Todo estaba tan bonito. Todo había salido de maravilla. Hasta los soldados, vestidos con esos trajecitos de la guerra de independencia, se veían de lo más bien. El acto, además, tenía sentido, ya era hora de que Pedro Camejo ascendiera oficialmente a las grandes ligas de la patria. Mientras, el oficialismo, por supuesto, aprovechaba el evento para seguir promocionando su conocido hilo musical: Nosotros somos los héroes. Los otros son el enemigo.Pero de pronto, una niña se salió del guion. Fue una escena de película. Los poderosos felices, elegantes, disfrutando... y de pronto, aparece una pobreza inesperada y les agua la fiesta.En medio de la ceremonia oficial, la realidad se tiró un peo. Una niña con un micrófono dijo que su escuela no tenía techos, que los baños de su escuela estaban sucios. Por unos instantes, la voz del país irrumpió entre los oligarcas. Por unos instantes todos se quedaron pasmados, como decidiendo qué mueca elegir. La urgencia de la vida siempre se salta los protocolos. Esa tragedia que llamamos realidad no se puede disfrazar.El gobierno parece haber entrado en modo de desesperación. Este empeño en obviar los problemas del país, tratando siempre de acusar a algún villano extranjero, ya no da más. Es, también, un modelo agotado. Antes de que cualquier funcionario declare, ya los venezolanos sabemos qué va a decir. Podríamos incluso organizar un sistema de apuestas nacional para ver qué nombran primero: ¿La guerra económica? ¿El imperialismo? ¿La derecha internacional? ¿Álvaro Uribe?... Todas esas respuestas ya forman parte de un chiste colectivo. La verdad, ahora, se cuela hasta en los actos oficiales.El desespero alcanzó un clímax insospechado en es tos días cuando Maduro se metió con Donald Trump.Es insólito. ¿Qué presidente, con cierta responsabilidad laboral y algunas ocupaciones que atender, se dedica a responder las idioteces que dice un millonario de un país extranjero? Los otros mandatarios del mundo, al parecer, tienen trabajo qué hacer, obligaciones que cumplir. Pero Maduro no puede ver un adversario desocupado, un conflicto vacante, porque se lanza ansiosamente sobre él. Sea donde sea. Esté dónde...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR