No hit no run de Urbano Lugo jr: memorias de un juego inolvidable

M ientras el taxi esperaba muy cerca de la puerta de su casa, el joven Urbano Lugo jr. terminaba de alistarse para ir a trabajar. En su bolso no había cosas de oficina, una corbata doblada o un libro de Hágalo Usted Mismo. Como de costumbre, su morral era pequeño y contaba con pocos objetos. Con calma se subió al carro y le señaló el camino al desconocido conductor: Al Estadio Universitario, por favor, dijo. Pocos segundos transcurrieron para que el automóvil comenzara su andar.Hoy es el cuarto juego de la final entre Caracas y La Guaira, soltó el taxista que, fiel a su profesión, era tan bueno con el habla como con el volante. Eso seguro es taquilla la creencia popular de que un equipo se deja ganar para alargar un enfrentamiento.El hilo de los pensamientos de Lu go se rompió para poner la atención en el chofer. ¿Y usted cree que eso exista?, preguntó el pasajero de 24 años de edad, con palabras que, seguramente, poseían un dejo de ironía.Claro, afirmó el hombre que manejaba. Caracas gana la serie 3-0, no se puede titular barriendo. Seguro La Guaira gana por taquilla.La pequeña explicación de la final de la temporada 1986-1987 y el aire de superioridad del taxista tuvieron poco valor después de que Urbano lo apuntó con la mirada. Mire, eso no existe y se va a acordar de mí esta noche, sentenció. Porque yo soy el hombre que va a pitchar. Voy a ganar el juego.Ese sábado, 24 de enero de 1987, es taba lejos de ser un día normal. A los Leones solo les faltaba una victoria para evitar el tricampeonato de los Tiburones, que un año antes habían sido mucho más que ellos en siete compromisos. La cercanía de la gloria puede causar un estrés y tensión tan grande como la proximidad de la desgracia.Son polos opuestos que encuentran el equilibrio en una sensación.Pero Urbano no sentía ni frío ni ca lor. No se dio mala vida por la inocultable trascendencia del día. Comió pabellón, se colocó unos shorts y comenzó a caminar por el clubhouse melenudo. Apegado a la tradición del abridor del día, no salió al terreno. Se ocultó entre las sombras, escuchó música instrumental y repasó el lineup de La Guaira. Pedrique primer bate, luego Guillén y después Pérez Tovar..., pensó. Solo la preocupación de Carlos Hernández, cátcher novato de aquel entonces, lo sacó del trance.Me acabo de casar, expresó el biso ño careta. Necesito los reales que nos van a dar si quedamos campeones.Tal vez la meditación en Lugo ya había hecho efecto, pues resultó contun dente la forma en...

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