No hay justicia de tribunales, pero el que la hace la paga

En una lluviosa tarde de viernes, la funeraria El Rosal fue llenándose de policías uniformados con la tristeza pintada en sus caras. En la capilla 6 estaba el cuer po del oficial jefe de Polibaruta, Javier José Nieto Vega, de 32 años de edad. Su compadre y padrino, Arturo González, se asomó al féretro e inmediatamente evocó lo que le dijo el jueves pocas horas antes de morir. Estas pelúo. Te voy a mandar a arrestar, le había dicho mientras le pasaba la ma no por la cabeza. Nieto estaba recuperándose de una bronquitis. Aún así, siguió trabajando como supervisor del servicio de policía vial. Su puesto de trabajo estaba en el sector El Limón de El Cafetal. González sabía que era muy raro ver a su ahijado con el cabello medianamente largo y por eso le echaba broma. A juzgar por lo que dijeron sus compañeros de trabajo, el oficial ponía muchísimo cuidado a su apariencia personal. El uniforme sin manchas, los zapatos brillantes, el cabello corto. El jefe de Operaciones del servicio vial, Joel Torres, recordó que esta obsesión por la limpieza también se reflejaba en su carro, un Chevrolet Corsa, que siempre mantenía como nuevo. Marcado. Nieto tenía una vida rutinaria, tanto que algunos de sus amigos y familiares lo apodaban viejito. Hace meses había cesado las parrillas de los fines de semana en los alrededores de su casa, en la calle Las Flores de Catia, para evitar una exposición innecesaria en un lugar cada vez más inseguro. El oficial vivía con Ana Patri cia Urdaneta, su compañera de vida, en un anexo construido en la casa de su tío, Gerardo Meléndez. Hace cuatro años, su papá falleció por causas naturales y él quedó como sostén de hogar. Desde aquella época vivía con su mujer y única testigo de su muerte a manos de un...

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