Para no llorar

La premura con que el Gobierno lleva adelante un atropellado e inconstitucional "proceso constituyente" orientado a sentar las bases de un Estado Comunal, sustentado no en el sufragio universal, directo y secreto sino en la voluntad del comandante, le otorga a las elecciones del 16 de diciembre una significación superlativa, pues está en juego la supervivencia del Estado descentralizado que contempla el artículo 4° de nuestra carta fundamental.

La designación de un paquete de candidatos mayoritariamente militar para optar a las gobernaciones es un claro indicio de que el propósito del poder central no sólo busca minimizar la autonomía regional sino que su objetivo es urdir un entramado que se legitime a sí mismo con la señal de costumbre. Como obedientes soldados, los gobernadores sacrificarán sus cargos para dar paso a las comunas, y seguidamente otro batallón de cortesanos están prestos a colmar los consejos legislativos para aupar desde cada curul la actuación de sus jefes.

Para enfrentar tales designios urge una estrategia capaz de estimular la participación masiva de quienes se oponen a las ambiciones de Chávez, no solamente con su voto respaldando a los candidatos de la unidad, sino con su voz, denunciando y repudiando el ventajismo y la mezquina objetividad del árbitro electoral. Además hay que asumir responsabilidades en las instancias que reclaman la presencia de activistas, bien para animar a los votantes como para respaldar a los testigos en los centros de votación.

El 7 de octubre quedó claro que la abstención es el peor enemigo de la democracia. El oficialismo cuenta con una maquinaria aceitada con dinero corrupto...

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