No tengo que madrugar para ir a un mercado porque en Tocorón hay de todo

Mientras se limaba las uñas acrílicas y esperaba turno para entrar a la cárcel de Tocorón, donde su pareja permanece recluido desde hace cuatro años por robo, Ana cuenta con desparpajo que tiene más de un año sin saber lo que es hacer cola para comprar productos de primera necesidad: su automercado es ese centro penitenciario.Mi novio, que está preso por ladrón, todos los fines de semana me arma un combo que incluye pasta de dientes, toallas sanitarias, leche, harina arroz, aceite, huevos, champú, carne y pollo. No tengo que salir de madrugada a ver si pesco algo en algún mercado. Aquí hay de todo. Incluso hago compras y les vendo a mis vecinos, que están desesperados porque no consiguen nada en el San Vicente de Maracay, contó la visitante minutos antes de que funcionarios de la Guardia Nacional le permitieran el paso a uno de los centros carcelarios más poblados del país, con aproximadamente 11.000 reos, de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Prisiones.Tocorón es como un peque ño pueblo, libre del Nuevo Régimen Penitenciario, donde la práctica del bachaqueo es común en cada rincón.La cárcel tiene puestos de venta informales y pequeños locales. La mayoría de los productos ofrecidos provienen del robo de camiones con alimentos que transitan por la Autopista Regional del Centro, cuenta un reo. Hay conexiones entre pranes y piratas de carretera que operan en esa vía para someter a los conductores de esos vehículos y posteriormente los dejan abandonados.Hace dos semanas vendie ron bultos de leche a 18.000 bolívares. También ofrecieron harina al mayor, pero por órdenes de el pran Niño Guerrero dejaron de vender los productos en grandes cantidades en días de visita para evitar que los buhoneros que venden aquí se aprovechen, explicó el reo.Las bolsas de comida distri buidas por los Comités Locales de Abastecimiento y Producción también llegan al penal, pero son ofrecidas a los reclusos en 5.000 bolívares. Nosotros llamamos a los consejos comunales. Ellos saben que deben traer los alimentos para acá. Cuando reciben la llamada de Tocorón tiemblan y todos los meses religiosamente envían las bolsas. Aquí no se pasa hambre, pero hay que tener real, dijo otro preso.Familiares y los que van a la cárcel a comprar caminan sin temor por las callejuelas de la cárcel como si se tratara de un mercado popular. No se inmutan ni siquiera al ver cómo los presos se pasean exhibiendo sus armas cortas y largas en señal de poder. El sábado es el mejor día para...

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