No más mentiras ni disimulos

Ciertamente, a estas alturas de la vida y conocidas las muchas falsedades oficiales, nada más indicado para bien de la salud y la moral públicas, que llamar las cosas y distinguir personas y situaciones, por sus verdaderos nombres. No hablemos más de irregularidades administrativas, ni de corrupción y corruptos, que han pasado a ser vocablos coloquiales despojados de todo sentido, hablemos sí de ladrones del Tesoro Nacional o Gobierno maleante; ni los llamemos agentes, sino como los muestran los hechos a diario: Bestias represivas. Al teniente coronel, mentir le es consustancial y ya no necesita pensarlo o calcularlo antes de hacerlo, porque las mentiras le fluyen de manera natural; propio de un atrabiliario militar, que insiste en manipularnos desde el más craso y petulante atraso. Es impresionante el número de ignorantes en ejercicio de alguna forma de poder, dentro de este régimen; de gente irrelevante que cada mes cobra como sueldo-bonos-viáticos y comisiones, una cantidad mayor a la que ganarían en años en sus oficios o profesiones; y de allí su lealtad rastrera a tan generoso empleador, el cual se exhibe ensoberbecido con un poder que más que emanar de él se apoya en las armas y la sumisión servil de esa corte. Es un futuro nada deseable para cualquier país, que el objetivo de sus asaltantes sea hacer del mismo una guarida de saqueadores, como parece ser el destino trazado por estos a Venezuela. Asistimos a cambios negativos en lo humano, y en lo físico de las casas, las ciudades y las vías. Casas derrumbadas o sobreviviendo rodeadas de rejas, muros coronados de vidrios rotos y alambres electrificados, y ciudades inmundas con calles intransitables. Nefastas situaciones que unidas a los atropellos policiales son determinantes en nuestro deterioro social y cultural, el cual incluye la degradación de las relaciones interpersonales y un empobrecimiento...

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