No a la resignación pesimista

La renuncia de Benedicto XVI abre las puertas a una discusión histórica en el seno de la Igle sia Católica. Los temas no son nuevos, aunque en los últimos tiempos se hicieron públicos de manera progresiva, a pesar de los esfuerzos de los jerarcas por mantenerlos reservados. Pero no hay secretos eternos y las materias objeto de debate son trascendentes, graves y de inaplazable atención. La designación del sucesor y los movimientos próximos nos darán ideas ciertas sobre los nuevos caminos. La renuncia llega en momento oportuno y es tá rodeada de grandeza. El asunto es tan delicado que el anciano pontífice confiesa que ya no tiene fuerzas para seguir al mando. Como bien ha sido dicho, nuestra Iglesia es algo más que el papa. El ejemplo genera hondas re flexiones en esta Venezuela atormentada. Corre el peligro de caer en una suerte de resignación pesimista en la que cada quien se cierra sobre sí mismo en defensa de su vida y la de su familia, de su empresa, de su trabajo y de una relativa normalidad que puede alterarse si manifiesta abiertamente el rechazo a lo existente. La mayoría es consciente de que con esta actitud se ayuda a prolongar los males. Incluso, por temor y comodidad se puede llegar a complicidades terribles. Lo cierto es que en Venezuela la democracia llegó a su fin. Seguimos sin presidente en ejercicio y con un gobierno de facto, al margen de la Constitución y del ordenamiento jurídico supuestamente vigente. Desapareció el Derecho como instrumento regulador de la vida en sociedad y de las relaciones entre los...

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