Sobre la normalidad

Me estrenó el día un vecino que me atajó en el pasillo con un coda zo y media sonrisa socarrona: ¿Y entonces? ¿Cómo te preparas para el domingo?, me preguntó, como si fuera mi entrenador deportivo personal. Luego me dio dos palmadas en la espalda y me ofreció su mejor mueca de complicidad: Vas a escribir sobre el papel tualé, ¿no?.El hombre también tenía ideas. Alguna cosilla creativa se le había ocurrido después de escuchar el anuncio oficial de la importación de 50 toneladas de papel de baño. Por ejemplo: Podrías decir que esa es la mejor prueba de que el país está como el culo, ¿no te parece?. Y se rió, feliz, orgulloso de la frase. Me acompañó un rato comentándome lo importante que sería relacionar la famosa soberanía alimentaria con nuestra precaria situación de papel higiénico, hablar de la obra del Gobierno como una letrina: ¡Sin pudor! ¡Dales duro, Barrera!.Pasé el resto del día pen sando en esa capacidad tan nuestra de someter los conflictos con humor, de aflojar y digerir la realidad a punta de picardías, ingenios y chistes.Siempre encontramos una vuelta para convertir la risa en una forma de indignación.Se trata de un método natural para sobrevivir. Es probablemente nuestra mejor terapia cotidiana. Por eso alguien como Laureano Márquez es casi nuestro Freud particular. La indignación sigue ahí, tensa, creciendo, pero el humor nos ayuda a administrarla, nos ayuda a creer que todo lo que ocurre es, de alguna manera, normal.Pienso que la noción de nor malidad podría ser un gran indicador de lo que pasa en el país. Una forma, una ruta para rastrear e indagar sobre este proceso. Tal vez, una historia menuda y atenta de las variaciones y mudanzas de lo que consideramos normal podría darnos una versión de lo que ha pasado en nuestra sociedad durante todos estos años. Cualquiera podría hacer una lista, el ejercicio de mirar cómo, en el tiempo, se ha ido constituyendo un nuevo orden de lo natural.Es normal sospechar que tu teléfono puede estar pinchado. Es normal pronunciar la palabra dólar en voz baja. Es normal tener un guardadito en efectivo, escondido en un lugar de la casa, por si acaso a ti o a alguien cercano le toca un secuestro express. Es normal hacer colas en el supermercado y preguntar qué cantidad de kilos de arroz o de paquetes de harina puedes llevar. Es normal que el Presidente encadene todas las radios y televisoras cada vez que le da la gana. Es normal no salir de noche. Y haber tenido que ir alguna vez a la morgue, por...

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