La nostalgia lúdica de aquellos Carnavales

Una niña no precisa de abolengo para ser reina y tampoco necesita comprender el nomadismo para sentirse una cacique. Un niño tiene el poder de convertirse en actor cómico por un día y luego decidir ser un superhéroe. La niñez es sinónimo de imaginación y el disfraz es el elemento que la materializa. El Carnaval, para muchos, es la primera oportunidad para sentirse otra persona, para interpretar un papel. Ahora los niños de antes son actores, animadores, dramaturgos, directores de cine, locutores y modelos, pero todavía recuerdan con añoranza las historias que tuvieron lugar en los que ciertamente fueron tiempos más inocentes. Los años sesenta. La nostal gia trae recuerdos en blanco y negro que saludan lentamente a la memoria. Parece que la vida se detuvo entre una carroza y la elección de la reina de Carnaval; entre los caramelos repartidos y los baldes de agua que fueron génesis de las bombitas de colores. A la locutora Alexandra Cariani se le endulza la voz cuando habla de sus disfraces. Le gustaba sentirse una aguerrida vaquera, una tímida flor o una divertida bailarina de Charleston, su preferido. Tendría como 10 años de edad. Me gustó la boquilla porque sentía que fumaba. Yo desfilaba con mis guantes muy en mi papel de femme fatale. La ciudad era muy festiva, recuerdo esa Caracas muy sabrosa. Los desfiles por Los Próceres, los papelillos, los caramelos. Uno disfrutaba al máximo. El actor Javier Vidal fue niño en la misma época y recuerda los Carnavales como el inicio de lo que sería luego su carrera en las artes. Se disfrazaba todos los días con un traje de un príncipe moro, que había heredado de un primo, porque en ese entonces su familia no poseía muchos recursos. Tenía 5 años de edad y fue la primera vez que se metió en las ropas de otro que no era él: Toda la avenida se preparaba para las fiestas. A mis padres no les gustaban, porque consideraban que eran una especie de salvajismo. Ya en mi etapa de adúltero contemporáneo un diseñador que me apreciaba mucho quiso disfrazarme de Pierrot, el arlequín francés, con una lágrima en la cara y un traje precioso de terciopelo negro. Chaplin: humor y cine. Exitosos, modernos y muy particulares. A Luis Chataing y Marcel Rasquin los une un pasado de comedia muda. De niños, am bos vistieron pantalones anchos, bastón y bombín para imitar el personaje del vagabundo Charlot, al que Charles Chaplin dio vida por primera vez en 1914. Sólo hay una diferencia entre los dos venezolanos: uno olvidó un...

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