Nota sobre la crítica

En una de las últimas páginas de Un cuarto propio Alianza Editorial, 2003, Virginia Woolf termina por invitar, en su larga discusión de 1929 sobre la literatura, al asunto espinoso de la crítica. Rechazando la censura, con la misma intención con la que unas décadas atrás Wilde había fustigado la tonalidad correccional de la crítica que no alcanza a entenderse como creación artística, va a censurar a la crítica toda en favor de la escritura misma y sin llegar a acercarse a las delicias de la actividad reflexiva, en una lectura, ya para ese tiempo, abiertamente superada. Como si la oyéramos hablar, nos explica que ante la dificultad de juzgar el escritor solamente debe hacer su oficio: Escribir lo que uno quiere escribir, es lo único que importa, y que eso importe por siglos o por horas, es lo de menos. Alfonso Reyes, dios sin flaquezas del deslinde, distanciado en el tiempo apenas unos pocos años de la novelista de Bloomsbury, se alejará rotundamente de la autora de Las olas en la materia teórica sobre la crítica literaria. Vista como privilegio y sortilegio, la crítica para Reyes no será sino la edificación de una escala, que nacida impresionista y desarrollada como exégesis, culminará coronada por el juicio: una condición exclusiva que trasciende el gusto y que no puede aprenderse; reino superior de una anatomía inventada por Aristarco en la que no tienen cabida los que no nacieron para ha bitarlo aquí será emblema el primer verso de la Églo ga Primera de Garcilaso de la Vega: El dulce lamentar de dos pastores. Woolf y Reyes y con ellos todos los gestores críticos van a concentrar en el juicio las cargas más determinantes de lo que la crítica va a...

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