De nuevo Chávez

  1. Le oí el discurso cuando presentaba su candidatura por tercera o cuarta vez no recuerdo bien, pero en todo caso son muchas veces con la pretensión de ocupar el cargo que viene ocupando desde hace trece o catorce años tampoco lo recuerdo muy bien, pero en todo caso son muchos años, a lo largo del cual Chávez expuso su terquedad política. Escuché un discurso en el que no se observan aprendizajes, sino confirmaciones y, además, la convicción de que estamos bien y vamos mejor. Me encontré, así pues, al Chávez de siempre, como si luego de tanto tiempo y de tanta realidad transcurrida, no hubiese lugar, ni siquiera una rendijita, para albergar alguna duda y dar pie a algún cambio en el guión con el que gobierna. El socialismo del siglo XXI va, así pues, viento en popa, aunque muchos creen que nos dirigimos más bien hacia a un socialismo rentista, cada vez militarista, viable mientras el cielo nos proteja y mantenga el mercado internacional petrolero bajo las reglas del capitalismo, salvaje o no salvaje. II. Ese día vi en la televisión al predicador poseído por la verdad, muy cómodo en el púlpito mediático, más que en su despacho de Miraflores. Al predicador de un sermón ideológico, puesto en lenguaje bélico, con su toque de delirio político, mesianismo incluido, soltando frases como si le realidad sólo existiera en la medida en que encaja con sus explicaciones y propósitos, como si lo que importara no fuera la manera en que ocurren los eventos, sino cómo se echa el cuento sobre ellos, y lo necesario no fuera transformarla, sino explicarla, acomodándola para que salga de buen semblante en los informes elaborados a la medida del proceso. Observé al predicador que nos pide paciencia mientras llegamos hacia el socialismo y nos trata de convencer de un futuro con el máximo de felicidad posible, aunque a más de uno le cuesta imaginarlo a partir de este país de carne y hueso en el que ahora vivimos. Escuché, en fin, al pre dicador, jefe de la revolución presumida, que sabe que no tiene a nadie que lo contradiga, para eso se inventó el culto a la personalidad, una barbaridad de la política convertida en sello de la actual gestión...

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