Nunca corro la suerte de mis personajes

Daniel Burman es un bonaerense que transita por la cotidianidad de la manera más natural y libre que puede. Sin embargo, si de algo no puede jactarse es de ser uno más de los ciudadanos que a diario andan y desandan las calles de la capital argentina. Burman es cineasta. No uno más, sino el autor de algunas de las grandes películas con las que la cinematografía del país del sur del continente continúa cimentando su prestigio en el mundo: Esperando al mesías 2000, El abrazo partido 2004, Derecho de familia 2006 y la cinta que se proyectará en el V Festival Internacional de Cine Judío que comenzará el viernes: El nido vacío 2008. A los 38 años de edad, el rea lizador ha configurado un universo creativo que, aunque no soslaya su formación judaica, trasciende a planteamientos universales: el pasado, la familia, la identidad, la paternidad, los hijos, la pareja... Temas a los que Daniel Burman vuelve con cada nueva película para responder a aquellas interrogantes que surgen irremediables en su incesante búsqueda de un espacio de expresión propio. En El abrazo partido, el vein teañero Ariel desea sacarse el pasaporte polaco para emigrar a Europa, pero para lograr su objetivo necesita saber quién es su padre, ese hombre que cuando él tenía 2 años de edad se marchó a Israel, a la guerra del Yom Kipur, para no volver. El joven recompone su pasado para reconocerse a sí mismo. En El nido vacío la situación es diferente. En apariencia. Cuenta la historia de un matrimonio que se ve obligado a recomponerse una vez que los hijos se marchan del hogar. Quizá, también en apariencia. La idea surgió de una certeza que asaltó a Burman cuando terminaba de rodar Derecho de familia: con los años, la pre sencia de un niño en la vida de los padres termina convirtiéndose en una ausencia. Sentí curiosidad por ima ginar cómo sería la vida de un núcleo familiar después de que los hijos parten del hogar. En estos tiempos, la presencia de los niños en las familias exige una atención que muchas veces, dentro de la pareja, se transforma en excusa para muchos conflictos. Cuando los hijos se van, no como personas sino como excusas, se pueden crear silencios que no tienen solución...

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