Nunca he sentido que soy extranjero

Cuando el canadiense Jean Paul Coupal tenía 18 años de edad y estudiaba Ciencias Políticas en París, unos amigos venezolanos lo invitaron al Carnaval de Carúpano. La belleza de las mujeres, los bailes y la música lo cautivaron. Decidió que quería vivir aquí y 4 años después, se mudó a Caracas. Es un ferviente defensor de la cultura nacional: creó una ONG para fomentar la venta de artesanías warao y ha inaugurado varios restaurantes con menús a base de ingredientes frescos. --¿Qué diferencia la Venezuela de hoy con la de 1970? --Cuando llegué a Venezuela las casas no tenían rejas. Las rejas son la consecuencia de los problemas que tiene el país. La gente caminaba tranquila por las aceras aquí en Los Palos Grandes. Desde hace 35 años tengo mis negocios en esta zona. Las calles y las autopistas estaban muy bien asfaltadas. Veo los precios del petróleo subiendo y subiendo, pero cada vez hay menos inversión. --¿Y por qué escogió Los Palos Grandes para sus negocios? --Porque es lo más cerca al Ávila. Café Arábica tiene 25 años y una terraza espléndida. Escogí la zona porque cuando llegué a Venezuela mi primer apartamento fue en la primera avenida con la primera transversal. Siempre he sido un gran embajador de los negocios que hay aquí. He participado en la asociación de vecinos como un enlace entre ellos y los comerciantes para lograr la convivencia. --¿Qué es lo que más valora de lo que Venezuela le ha dado? --El calor y el cariño que tiene el venezolano para hacerte sentir muy bienvenido. Nunca he sentido que soy extranjero. Siempre me han aceptado como alguien que quiere mucho a Venezuela. No hay un rincón del país que no conozca. --¿En algún momento se planteó regresar a su país? --Nunca. Una vez que llegué sembré las raíces y aquí estoy. --Si hubiese escogido otro lugar para vivir, ¿cuál sería? --Marruecos. Viví allá varios años en la época de los hippies. Yo fui hippie. Me fascinó. Me casé ahí con mi esposa y regreso para allá todos los años. De la huerta al plato. Coupal habla de cada ingrediente con suma pasión. Mientras conversa sobre sus recientes hallazgos, solicita a un mesonero que le acerque un caqui Âuna fruta anaranjada de origen asiáticoÂ. Lo pica con delicadeza y lo comparte. Tienes que probarlo, dice. Recuerda que su afinidad con la cocina es genética: Mi padre vivía para comer. Dice que las tradiciones francesas invadieron su mesa desde la infancia y que con seis años ya tomaba vino con agua. --Defiende la teoría...

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