Obsesión mortal

E l Presidente puede tomarse unas vacaciones durante tres meses en la Polinesia y puede estar seguro de que su presencia y su imagen seguirán en la primera página de los diarios, semanarios, redes sociales y pare, si es que quiere, de contar. Ya puede eliminarse del Ministerio de Información porque en Internet la oposición se ocupará de que, día tras día, aparezca su recuerdo, el calendario pormenorizado de sus ausencias y de su regreso para acallar los rumores sobre su enfermedad.

Esa "chavitis aguditis" tiene al país no solo en ascuas sino harto y hasta la coronilla de que las cuestiones políticas fundamentales estén supeditadas a un misterio cuyos hilos manejan los intereses foráneos que han convertido a Miraflores en una sucursal de La Habana.

La oposición organizada ha hecho muy bien en exigir a través de sus representantes en la Asamblea Nacional y por medio de sus voceros que se pongan en marcha los mecanismos que la Constitución establece.

También los analistas políticos y los gremios han exigido que cese este misterio sobre la salud del Presidente. Pero todo ha caído en el vacío porque el Gobierno se niega a aceptar la gravedad de la situación y la necesidad de dar respuestas concretas no sólo a la oposición, sino también a la gran mayoría de sus seguidores que sufren con esta cortina negra colocada por los agentes de La Habana.

Esto es inaudito y constituye la prueba más fehaciente de la manera como un gobierno extranjero actúa como expropiador ya no de bienes y fortunas sino de la existencia de un gobernante que, quiérase o no, fue electo por los venezolanos y no por los cubanos...

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