El octavo escalón

Yva de cuento, de cuento chino esta vez, el de los dos monjes y la barca.Aquel otoño preludiaba un invierno duro, a juzgar por las ventiscas que se presentaban después del mediodía, ventiscas con lluvia que se abatían sobre esa estación suave y apacible de la ribera del Liang, uno de los afluentes del Yangtsé que viene siendo para los chinos el padre de todos los ríos de la tierra, aunque desde donde lo contemplan los astronautas no pareciera más que una coma en la caligrafía con la que está delineada la esfera terráquea. El maestro del novicio Liefang, a prueba en el monasterio, se dijo a sí mismo: Hoy es un buen día para constatar hasta qué escalón de la sabiduría ha ascendido el novicio a mi cargo.En novicio Liefang pensaba, por su cuenta, que en días como estos no se debía salir al campo y menos atravesar el río. Lo recomendable era estar cerca del fuego en la sala de reuniones, llamada también sala de quietud o quiete. El hábito monacal, de ruda estameña, no estaba pensado, en realidad, para el frío fuera del recinto monacal.--Busca en la cocina dos ra ciones de arroz que vamos al otro lado del río dijo el maestro tocando a las puertas de la celda del novicio y sacando a éste de sus embelesos.El novicio se atrevió a advertir que no estaba el día para atravesar el río, ya que la tormenta que acababa de instalarse haría ingobernable la barca tanto por las olas, cuanto por los troncos que suele arrastrar la corriente. Pero el maestro, si le oyó, no hizo caso. Así que al poco tiempo ambos se encontraban abordando la barca de la que el novicio Liefang debía ser el timonel.Tenía razón, la corriente le vantaba peligrosamente la quilla de la barca amenazando con volcarla; el maestro, empero, parecía insensible a los vaivenes de la misma.--Ya advertí que debimos ha ber esperado hasta que la tempestad amainara dijo con una voz casi apagada por el frío el novicio.El maestro guardaba silencio.Llegados a la mitad del río, el viento dejó de soplar, pero se metieron en un banco de niebla tan densa que apenas se podía ver a más de veinte metros. Y fue entonces cuando el novicio se dio cuenta de que, a pocos metros, otra barca enfilaba su...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR