Ocultar la máscara

En medio del crimen, la dictadura y el zaperocón político llegó el Carnaval, se cuela moderna de una de las fiestas paganas más vivas de la antigüedad. El momento en el que a través de la máscara y del disfraz revelamos nuestra oculta personalidad, pero sin mostrarnos. Permitimos que lo recóndito surja y se manifieste solo a través de la simulación con la que se da a entender algo distinto pero no ajeno a lo que sentimos.Parapeteada tras la máscara o debajo del traje de negrita o mamarracho y escondida en la risa fácil y la voz de falsete yace la personalidad que quiere expresarse y comunicarse, pero a la que le asusta escapar de la frustración o del cerco de vida en que se debate permanentemente. Con el Carnaval todo desafuero se permite ¡siempre que nos ocultemos en el disfraz! También los gobiernos, mientras pueden, ocultan sus intenciones o inclinaciones dictatoriales. Fidel Castro esperó meses para quitarse la máscara revolucionaria y mostrar la del sátrapa. Algo similar ocurrió con el comandante bolivariano antes de asumirse como pajarito sin vestir por ello ningún disfraz. Acaba de ocurrirle a su sucesor: atormentado por su ineficacia, el desgobierno, el desplome económico y con unos estudiantes que siguen protestando en las calles, se quitó la máscara de demócrata al ordenar los desafueros de la despiadada Guardia Nacional y las criminales agresiones de los colectivos armados por Miraflores. Antes se decía de él que, a veces, ¡muy pocas! intentaba ser jovial; ser oriundo del Norte de Santander hasta prueba en contrario; reposero, pero caritativo. El país comenta hoy descorazonado que, por el contrario, es hombre opresor, tiránico y desalmado. La pregunta que, inquietos, nos hacemos todos es: ¿dónde escondía la máscara? Sus indetenibles y crispados opositores lo imaginamos en el Palacio, frente al espejo, vestido con la vulgar camisa roja que banaliza la abusiva banda presidencial, poniéndose y quitándose alternativa y nerviosamente la máscara de demócrata y de dictador a ver con cuál de las dos se ve mejor hasta que decide que con la de tirano se siente más arrecho y vernáculo; quiero...

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