El odio militar

En todo el mundo de habla hispana y en diarios estadounidenses y publicaciones europeas, la figura del ex presidente Carlos Andrés Pérez ha quedado reflejada como la de un líder que en el ejercicio de su dos mandatos respetó la vigencia de la democracia, al punto de aceptar la sentencia que se le impuso sin acudir a los subterfugios y las protecciones que su alto cargo le permitían.

En eso coinciden sus seguidores y sus críticos más acérrimos: no irrespetó a la Corte Suprema de Justicia ni la sometió a sus deseos, tampoco desafió a la Fiscalía General con amenazas como sucede ahora, ni mucho menos se atrevió con la implacable Contraloría General.

Desde luego que Pérez no era un niño de pecho porque, obviamente, un político veterano es un hombre curtido entre la lucha por sus ideales y la realidad antagónica que debe dominar para culminar sus ambiciones. Y a los dos lados de ese camino político van quedando amigos y enemigos, sin que se puedan hacer en vida un balance desapasionado sobre la dimensión real de ese hombre y de la estatura histórica de su liderazgo.

Pero sí se pueden hacer comparaciones esclarecedoras entre quienes han sido en nuestra historia líderes civiles (con sus defectos y deficiencias) y estos de ahora que representan a una montonera capaz de cometer contra la Constitución cualquier atropello con tal de satisfacer sus deseos de mando y poder. La diferencia es tan nítida que hasta el propio Presidente se ha abstenido de insultarlo otra vez. Sabiendo que el comandante carece de compasión no podemos atribuirle ese silencio a un gesto civilizado, sino al temor de que sus...

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