Opiniones, no declaraciones de guerra

Una polvareda de gran magnitud en el mundo del fútbol nacional levantaron las declaraciones de Richard Páez sobre la identidad y el estilo de la Vinotinto. Y había guardado prudencial silencio al respecto. Esperando, qui zás, a que se cerraran algunas heridas producidas en su atormentada salida del banquillo de la selección nacional, a finales de 2007. Pero, justo en momentos en los que existe nuevamente el debate respecto al destino de esta selección nacional, Páez le recordó unos cuantos puntos a su sucesor, César Farías, sobre a las bases que dejó sentadas. Espero que esto sea tomado como una opinión valedera, dijo Páez cuando se le preguntó si alcanzaba a imaginar la magnitud que sus palabras alcanzarían. Al final nadie es dueño de la verdad, agregó el merideño. Deberían interpretarse las palabras de Páez, entonces, como lo que son. Sin embargo es evidente que en Venezuela carecemos de una auténtica cultura del debate. Aquí se entiende sólo la confrontación, imponer tu razón sobre la del otro y no alcanzar acuerdos o conciliar. Si bien el ciclo de Páez terminó mucho después de lo que debió concluir, también es cierto que el discurso durante buena parte de su gestión, que abarcó gran parte de la década pasada, unió a los venezolanos en torno a algo. La polarización nos comía como sociedad y al menos los partidos de fútbol hicieron que las diferencias políticas quedasen estacionadas por 90 minutos. Toda una generación de venezolanos creció con la Vinotinto que soñaba con una clasificación al Mundial. Pasaron de niños a adultos con la camiseta puesta. De hecho, toda una camada de periodistas de nuevo cuño tuvo cabida dentro de la expansión que el boom Vinotinto representó dentro del plano mediático. En siete años el balompié pasó a ser un...

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