El orden alfabético

Todo diccionario se oculta a su lector. Puesto que no ha sido creado para ser leído de la primera a la última letra, puede que cohabitemos con un diccionario de la lengua a nuestro lado, cuatro, cinco o seis décadas, y jamás descubramos la existencia de una palabra tan truculenta como emborrullarse hacerse parte de una riña, o de un adjetivo tan impronunciable como glabro describe a calvos y lampiños, o que haya verbos como poner, del que puedan listarse tan extensa cantidad de usos. Lo saben bien los fanáticos, que los hay, de los diccionarios: los buenos están plagados de guiños, de pasillos que nos conectan con lugares insospechados, de simples maravillas sobre la relación entre las palabras y las cosas del mundo. Hasta mediados del siglo XIX predominó la idea del diccionario preceptivo, que tenía por finalidad acotar definiciones y dar cuenta de las posibilidades y limitaciones de palabras, conceptos y categorías. El paso al siglo XX, como ocurrió en tantos otros campos del pensamiento, supuso una flexibilización de los criterios, una apertura a nuevas lógicas para producir diccionarios. Una consecuencia que cualquier lector puede verificar por sí mismo se refiere al crecimiento exponencial de diccionarios temáticos, que ha alcanzado una diversificación tal, que puede afirmarse que no hay ya ámbito del conocimiento que no haya sido poblado de sus respectivos diccionarios. Cuando se piensa que el siglo XVIII fue llamado el siglo de los diccionarios el clímax de ese auge fue un famoso diccionario de diccionarios que circuló en Francia, pero también, que fue a mediados de ese siglo cuando el Diccionario filosófico de Voltaire fue condenado y quemado en Ginebra, Berna, Amsterdam y París, y que el propio Voltaire se vio obligado a negar su vínculo con el mismo, es posible entender que los autores de diccionarios concebidos desde una visión personal debieron dar una lucha para crear condiciones propicias para inventar diccionarios que no implicarán riesgos a sus libertades. Autores como Voltaire y otros, a partir de 1750, abrieron el camino del diccionario que es también portador del signo de la personalidad. Materias y personas Una hipótesis: de unos diccionar ios centrados en la estructuración del conocimiento, se ha pasado a unos diccionarios donde el gusto, la valoración subjetiva, la experimentación, lo ambivalente, lo inacabado o lo que está casi fronterizo con la arbitrariedad, han sido incorporados como variables de confección. Como...

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