Oscar Niemeyer deja un legado de curvas sobre concreto

Subversivo, poeta y genio son algunos de los calificativos que se le endilgan a Oscar Niemeyer, el arquitecto brasileño que proyectó la capital de ese país y, entre otros hitos, participó en la creación de la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Falleció el martes a los 104 años de edad, en su Río de Janeiro natal. Brasilia, la ciudad que inventó de la nada junto con Lúcio Costa y Roberto Burle Marx, y que forjó a fuerza de curvas y estructuras blancas, lo despide con honores. Ayer, la presidenta Dilma Rousseff recibió su féretro en el Palacio de Planalto, la sede del Ejecutivo que el propio Niemeyer proyectó hace 52 años, cuando le encargaron que hiciera de un pedazo de selva amazónica lo que hoy es el modelo de la ciudad moderna. Niemeyer también es re ferencia obligada durante el Carnaval, pues creó los sambódromos de Río de Janeiro y São Paulo. Discípulo de Le Corbusier, deja tras de sí un legado imborrable, grabado en el material que descubrió en los años cuarenta y que nunca más abandonó: el concreto armado. Subversivo. Comunista mili tante, muchos lo consideraron revolucionario dentro y fuera del ámbito político. Esa necesidad de oponerse al or den establecido le funcionó muy bien en la arquitectura, campo en el que se atrevió a romper el paradigma de las líneas rectas y puras. Niemeyer era un hombre que a partir de dos o tres trazos lograba prefigurar la realidad. Eso era un don extraordinario, al igual que su necesidad de subvertir el eje cartesiano que tenemos los arquitectos insertado en la fibra; él era un subversivo del pensamiento cartesiano, indica Guillermo Barrios...

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