El país del síndrome del avestruz

El Gobierno no termina de arrancar, y la situación es cada vez más confusa. La an gustia se apodera de la gente agobiada por los problemas cotidianos. Maduro no cuaja y ha convertido la huida hacia adelante en una viajadera permanente, como si estuviera montado en un carrusel del cual no puede bajarse. Las andanzas por el exterior se re piten, y las visitas domésticas con el llamado gobierno de calle son tan frecuentes que hacen imposible que vaya a Miraflores a cumplir con sus responsabilidades.A veces pienso que en Mi raflores se siente intimidado por quien, según él, fuera su padre putativo y político. Pareciera que la figura del comandante eterno lo trastorna de tal manera que evadirse del palacio de Misia Jacinta es una pulsión inevitable. Esto es grave porque el Ejecutivo y las demás instituciones andan cada cual por su lado, y hacen lo que creen que deben hacer para mantenerse en el poder.A todas partes donde uno va, la pregunta obligada convertida en punzante ansia e impaciencia es la misma: ¿Qué pasará con el país? ¿hacia dónde vamos? ¿cómo vamos a salir de esto? ¿se consolidará Maduro? ¿llegaremos al 2019 con este desastre? En fin, una sucesión de inquietudes, interrogantes y frustraciones que ni siquiera el profeta Reinaldo Dos Santos, tan popular en estos tiempos de calamidad y violencia, sería capaz de responder.El ciudadano está en ascuas, ávido de respuestas y acciones que le den ánimo ante esta compleja circunstancia de la patria herida, hollada por la grosera intromisión cubana que ya es pública y la hi poteca de nuestros recursos a los chinos, rusos, bielorrusos, y pare usted de contar. La subordinación y malversación a pesar de que vociferen lo contrario de nuestra riqueza nunca había estado tan comprometida, al igual que nuestra soberanía.Ahora somos más depen dientes que nunca. Hasta para conseguir papel sanitario necesitamos del extranjero, algo insólito que debería encender el nervio y liberar la ira social contenida...

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