Pacientes con cáncer

El cáncer es la enfermedad del tiempo. Desde el momento en que la enfermedad se anuncia al paciente, desata una amplia y profunda experiencia de crisis, que involucra a la persona y también a sus familiares. En el centro de esa crisis, laten las preguntas del tiempo: si ha sido descubierta a tiempo; si el tratamiento debe iniciarse de inmediato; cuál debe ser su regularidad; por cuánto tiempo debe prolongarse; en cuánto tiempo la persona afectada podrá saber si el tratamiento le ha ganado el pulso a la enfermedad o si se ha potenciado. La pregunta esencial, como bien saben quienes han sobrevivido a un cáncer, y que siempre arrincona a los profesionales de la salud relacionados con la oncología, es la del tiempo de vida. Si el deseo de vivir de cada quien tiene su propia conformación, hay un lugar donde él coincide con todos los demás: los seres humanos vivimos con la aspiración de tener una vida larga, una vida proyectada en el tiempo.

Que una persona que ha recibido el anuncio de que padece un cáncer, es decir, una persona aterrada, que conecta todos los elementos de su psique al avance de la enfermedad en el tiempo, deba esperar por meses para iniciar su tratamiento, es algo que no tiene calificación. Que alguien que está recibiendo un tratamiento deba interrumpirlo porque una máquina se dañó por falta de mantenimiento, es un hecho simplemente abominable. Que el desempeño del sistema público de salud siga siendo incapaz de proveer las únicas respuestas que merece un enfermo de cáncer, que son respuestas inmediatas y eficaces, dignas de la ansiedad de tiempo propia del paciente con la patología, es nada menos que una manera de tomar partido por la enfermedad.

Este editorial, con legítimo fundamento en los...

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