Una página de Borges, 1937

Entre los muchos y diversos libros de Jorge Luis Borges, de sus ediciones y reediciones, se distingue un volumen, sobriamente diseñado y que se titula Páginas de Jorge Luis Bor ges seleccionadas por el autor. Tiene esta peculiaridad: son los textos, cuentos, ensayos, poemas, notas, que el escritor consideraba la representación antológica de su obra, aquello que probablemente lo satisfacía a plenitud como escritor. Alicia Jurado tuvo a su cargo el estudio preliminar. Borges escogió seis cuentos, dos ensayos, ocho poemas, y muchas notas breves sobre grandes escritores: Twain, Chesterton, Shaw, Unamuno, Cervantes, Joyce, Shakespeare, etc. Siempre me llamó la aten ción una de las notas más breves, rescatada de las páginas de la Revista Sur, publicada en 1937. Vuelvo a leerla ahora, y no callaré la impresión que me ha causado, y lo necesario de detenerse en sus líneas. Su título, estoy seguro, despertará el interés de muchos venezolanos: Una pedagogía del odio. Fue escrita en medio del clima prebélico de Europa, cuando Adolfo Hitler y sus camisas pardas, sus filósofos y sus mariscales, preparaban el gran incendio de la II Guerra Mundial, en los tiempos en que el Führer proclamaba el Tercer Reich, o sea, el reinado del nazismo por mil años. Entonces cayó en manos de Borges un libro alemán para niños, al que llama alarmante opúsculo, cuyo largo título trascribe. En un año, 1936, se había agotado la primera edición de 51.000 ejemplares. Él leía la cuarta, de modo que llevaba recorrido largo trecho. Su objeto Âescribió Borges es inculcar en los niños del Tercer Reich la desconfianza y la abominación del judío. Se trata, pues, de un curso de ejercicios de odio. En ese curso colaboran el verso ya conocemos las virtudes mnemónicas de la rima y el grabado en colores ya conocemos la eficacia de las imágenes. Intentaremos una glosa, según las observaciones del escritor, porque ilustran cómo se arma el desprecio, la humillación del otro y, en última instancia, el odio que termina trasformando al ser humano, convirtiéndolo en un robot de violencias, pasiones y desprecios. Leamos a Borges: Interro go una página cualquiera: la número cinco. Doy ahí, no sin justificada perplejidad, con este poema didáctico: `El alemán es un hombre altivo que sabe trabajar y pelear. Por lo mismo que es tan hermoso y tan emprendedor, lo aborrece el judío?. Después ocurre una cuarteta, no menos informativa y explicita: `He aquí el judío ¿quién no lo reconoce?Â, el sinvergüenza...

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