País de malandros

Hace poco más de un año el alcalde del municipio Sucre, Carlos Ocariz, decía que los funcionarios de Polisucre eran los mejor pagados de Venezuela, con salarios mensuales de alrededor de 3.400 bolívares. A ese incentivo se atribuía el descenso de 27% de las estadísticas delictivas en el municipio, número nada despreciable si se piensa que los 450 barrios del municipio Sucre reúnen más de 1.100.000 personas. De los habitantes del municipio, 80% vive en situación de pobreza; 12,3%, en condición de pobreza extrema, lo que en parte se explica por su nivel de educación: 63,85% de los habitantes tiene un nivel de instrucción que fluctúa entre las categorías sin nivel y básica. Por lo tanto, sólo 40% tiene empleo fijo y, de ese porcentaje, 27,5% declara que trabaja en actividades informales. Entre enero de 1988 y junio de 1991, la socióloga venezolana Magaly Sánchez y el sociólogo suizo Yves Pedrazzini levantaron en Caracas los relatos de vida de su libro Malandros, bandas y niños de la calle: cultura de urgencia en las metrópolis latinoamericanas. Ese intervalo histórico, marcado por el Caracazo, les permitió comprender el ethos de creación del malandro: una modernidad precipitada e insuficiente Âcelebrada en exceso dentro de la reflexión urbanística venezolana, que suele mostrar una extraña nostalgia perezjimenista a la que se sobrepusieron las invasiones urbanas. Los barrios de invasión fomentaron una lógica de segregación de espacios sociales y de polarización socioeconómica. Esa urbanización, impulsada por un desarrollismo que no benefició a la provincia, hizo que 60% de la población caraqueña viviera, para 1995, en barrios populares, los mismos que hoy abarcan 40% del área metropolitana de la capital. Entre 1988 y 1991 apenas 30% del total de las familias venezolanas percibía ingresos suficien tes para cubrir el costo de la cesta básica. Y en medio de la ola neoliberal de comienzos de los años noventa, el gasto social se redujo drásticamente. Sobrevino el crecimiento de una economía informal determinada por la...

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