Los paisajes marcianos El Pinacate

L os ojos de las lechuzas brillan como las estrellas que iluminan el cielo nocturno de Caborca, en el estado mexicano de Sonora. El sonido de cada pisada se fusiona con su ulular. Entre los matorrales y con ayuda de la luna es fácil identificar una liebre con las orejas bien levantadas en señal de alerta. La fauna no es el objetivo de la caminata, sino 6.000 petroglifos heredados al desierto de Sonora compartido por México y Estados Unidos por la tribu tohono’o dham.Es difícil calcular la antigüedad de las figurillas plasmadas en roca volcánica, pero lo que los guías del recorrido sí saben con certeza es que esos animales, cactus y formas humanoides fueron labrados a golpe de piedra. Si son blancas es porque los minerales se han aferrado desde hace miles de años a la superficie.Después de dos horas de ca minata en la penumbra todavía queda tiempo para visitar la misión jesuita establecida por el padre Francisco Kino en el centro de Caborca, cenar y descansar lo suficiente.Lo mejor de la travesía está por venir a la mañana siguien te: la reserva El Pinacate.No es Marte, pero este lugar, que es reserva de la biosfera, así lo parece. Los gigantes saguaros, esos cactus de brazos gruesos y espinosos tan famosos en las películas del oeste, delinean el camino de terracería que permite a los visitantes acercarse a dos de los 500 cráteres que hay en El Pinacate.Transformación. El Elegante es el cráter más grande de todos y el más llamativo, con su circunferencia bien definida, rojiza y corrugada. Treparlo es un logro después de 40 mi nutos de esfuerzo, con uno que otro raspón. Mirar al...

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