Palabras vanas

Tal vez Venezuela sea espacio cómodo para las palabras vanas desde el nacimiento de la República, o quizá desde la independencia, cuando convenía desembuchar cualquier tipo de exageración sin vínculos con la realidad, cualquier fantasía capaz de justificar la sali da del rey y la formación de un poder desconocido. Más tarde la demagogia de los liberales aumentó el volumen de los vocablos necios y es un hecho evidente que la situación no perdió consistencia durante el período de la democracia representativa, desde los tiempos del trienio adeco tan proclives a las demasías mitinescas. No parece que estemos ante una exclusividad nacional, sino ante un rasgo del país y del continente que no ha dejado de consolar a millones de tontos, pero en los últimos tiempos ha adquirido proporciones deplorables entre nosotros.No se trata de descalificar a esos desembuchadores de vocablos vacíos que se hicieron de una clientela considerable debido a sus habilidades en la tribuna, pues los hubo de oraciones memorables que todavía conmueven a quienes no las pudimos escuchar por haber llegado tarde a la escena correspondiente, pero que las hemos leído en las aulas. Como el peruano Choquehuanca, por ejemplo, quien desparramó una cascada de letanías para el Libertador que siguen llamando la atención, o que han provocado la escritura de inexplicables trabajos de investigación porque se puso a lamer botas con una audacia capaz de sonar duro en su momento y en el futuro. Como el presidente Andueza Palacio, cuyos discursos ampulosos en el congreso y en los burdeles, frente a los políticos influyentes o con los amigotes ante unas copas de coñac, provocaron una corriente de imitadores que se niegan a desaparecer. Como Cipriano Castro más tarde, quien maquilló sus peroraciones con una retórica importada de Colombia que causó las delicias de los oyentes y el entusiasmo de la posteridad, pese al repertorio de tonterías babosas que cantaba y gritaba. Por allí andan esos discursos, metidos en las páginas de las antologías para que el olvido no los borre del todo.Pero algo tuvieron esos oradores en la bola. Cierta presencia sobre los parapetos, ciertos gestos de una personalidad peculiar, la atracción de algún imán en la garganta o el...

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