Pancho Massiani

Francisco Massiani recibió esta semana un muy merecido Premio Nacional de Literatura. Tiene una extensa obra, en la que predominan los cuentos y relatos, pero es también poeta y novelista. La primera y más conocida de sus novelas es Piedra de mar. La escribió cuando tenía 24 años. En 2008, Monte Ávila publicó una edición conmemorativa de los 40 años de la primera de sus múltiples ediciones. Me correspondió el honor de escribir el prólogo. Para celebrar el premio, lo transcribo a continuación: Piedra de mar , publicada por primera vez en 1968, se ha convertido en una obra clásica de la literatura venezolana. Carece, sin embargo, de los atributos que habitualmente se atribuyen a lo clásico. Es una novela sencilla, agradable, atractiva. Se deja leer fácilmente, como si se estuviera conversando con un buen amigo. No impone estilos ni estructuras. Es un relato que sólo después de terminado nos damos cuenta de que nos ha cautivado. Lo hacemos nuestro espontáneamente, compartimos las aventuras y angustias de sus personajes, nos reímos de ellos y nos sonreímos con sus situaciones. La novela cuenta las tribulacio nes de un muchacho que se encuentra con la vida y vive simplemente. Esa simplicidad es la que le da cuerpo a la novela. Como se dice en la contraportada de su primera edición: Corcho, el mal tratado héroe, como aprendiz de novelista conjura fantasmas que muerden su plexo en la noche, mitos que lo arrancan del fastidio, primeras noticias de la piel, temblores de inseguridad en los que a través de la violencia del amor el niño busca al hombre que va a nacer en él. Experiencia que todos hemos compartido. Por ello se ha dicho que Piedra de mar es una obra adolescente. Na da más equivocado. Se refiere a la adolescencia, que es algo muy distinto. Es una novela madura y de madurez, aunque su autor la haya escrito siendo muy joven. Porque la madurez es un problema de compresión y de oportunidad más que del transcurrir del tiempo. Una de las características de Piedra de mar es que su persona je central, Corcho, está siempre hablándole a alguien. A los otros protagonistas, a Carolina, a Kika, a Lagartija, a los lectores. Quiere decirnos algo. Por ello cuando la leemos nos sentimos interpelados. Y respondemos. Queremos intervenir, hablar con ellos. Nos sentimos parte de la trama. Y por eso hacemos la novela nuestra, en el sentido de entrañable. De lo que...

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