Albóndigas y pantalla

Invitan a una apertura de restaurante en centro comercial de prestigio, donde, junto a las franquicias de los nom bres más famosos del marketing moderno, se abrirá el local.Agradezco, les deseo suerte.Anuncio que dentro de un año pasaré por allí. No entendió señor, dice una voz incrédula. Es este viernes. Y estará la televisión. ¿En el menú hay albóndigas?, repregunto.I Aseguraba Jean Huteau, en sus clases sobre reseñas de restaurantes en París, que el paladar fashion que no se pierde inauguraciones es sinónimo de iletrado en cocina que come escotes y descorcha vinos presumidos a sobreprecio.Esos locales razonaba suelen convocar a clientes complacientes, que se mueven como golondrinas esperando que los escribidores del aplauso permanente les digan dónde está la nueva apertura, quién revoluciona cocinas milenarias, dónde van las divas de la farándula.Y eso ocurre porque a los com placientes les encanta comer ambiente.En los buenos restaurantes del mundo el ambiente lo hacen los comensales. En los de cocina de ocasión, no. El ambiente lo crea el arquitecto, el decorador de in teriores. Por eso la apariencia es más importante que la tradición en cocina, el origen de las recetas y las ganas de servir. Importa más la vajilla grande, enorme, y su decoración, que la autenticidad y el sabor. Este parece ser el único lugar en el mundo donde gente ajena a las ganas de servir y...

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