El Papa en La Habana

Entre los países que puede visitar un papa, Cuba es probablemente uno de los que ofrece mayores dificultades. Los viajes papales son objetos de negociaciones previas, de acuerdos sobre contactos personales, discursos, planteamientos. Entrevistas y diálogos con los mandatarios. O con representantes de la sociedad. Como se trata de un jefe de Estado, el protocolo es más o menos convencional. No están previstas las sorpresas. Ni las declaraciones temerarias. Una visita papal es también una cuestión de confianza. Dentro de este conjunto de condicionamientos y circunstancias, dificultades y expectativas, bien puede concluirse que la visita de tres días de Benedicto XVI fue un gran éxito. El Papa dijo lo que tenía que decir, no se eximió de expresar con claridad su mensaje. Una revisión de sus palabras permite concluir que fue una visita que supo interpretar las complejidades y expectativas de Cuba.

Fue equilibrado en sus análisis e incluso tuvo la sabiduría de criticar el anacrónico "bloqueo" que desde hace medio siglo mantiene Estados Unidos contra la isla. El Papa dijo lo cierto: castiga injustamente al pueblo cubano. Se trata de una práctica que ha hecho más mal que bien y que, incluso, le permitió al régimen justificar los fracasos del comunismo. Los discursos del sumo pontífice pusieron énfasis en el papel de la Iglesia y en la necesidad de que se le permita desempeñar su misión sin las restricciones que le ha impuesto el sistema. La Iglesia puede contribuir a resolver los graves problemas que afronta el pueblo cubano, escasez, pobreza, etcétera. Ya conocemos la capacidad de bien...

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