El Papa Ratzinger

Un hecho que no se repitió en cinco siglos está llamado a suscitar los más diversos comentarios, y a ser objeto, incluso, de las más variadas especulaciones. Parece normal que esto sea así. Por lo tanto, referirse a la renuncia del Papa Ratzinger parece inevitable, aun cuando aquí nos limitemos en el terreno especulativo que no viene a cuento, y menos todavía en aquello que supone juegos imaginarios. Al ser elegido, escogió como sucesor de su amigo Juan Pablo II el nombre de Benedicto XVI.

Para los viejos y más o menos conocedores de las relaciones entre la Iglesia y el Estado venezolano lo primero que vino a la memoria fue el nombre de Benedicto XV. ¿Por qué? Muy simple, porque fue este Papa el que le otorgó la Orden Piana al general Juan Vicente Gómez. Un hecho que suscitó encendidas polémicas y cuestionamientos porque la vida privada del dictador no era lo más ejemplar. Una simple anécdota, traída a cuento sólo por eso del nombre.

En efecto, la renuncia del sumo pontífice ha sido vista como ejemplo que debe considerarse útil en un mundo donde las dinastías políticas parecen volver por sus fueros. Un mundo donde las gerontocracias pretenden convertir a los países en rehenes de sus ambiciones políticas y en conejillos de Indias de sus experimentos políticos.

Uno inmediatamente tiene la tentación de pensar en los hermanos Castro, Fidel y Raúl, presentes en la historia de Cuba desde 1953. Tienen en el poder más años que Cuba como país independiente. Uno lo piensa y le da grima y se pregunta cómo pueden suceder estos extraños fenómenos. O piensa en Corea del Norte donde otra dinastía perturba al mundo. Y piensa en Venezuela donde el poder...

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