La pasión del poder I

La pasión por el poder perturbó la historia venezolana en el siglo XIX. Los caudillos se apoderaron del país, establecieron sus dominios, y no cejaron hasta que las crisis no los derrotaron de manera más o menos infamante. El más extravagante de los hombres fuertes, el general Antonio Guzmán Blanco, el Ilustre Americano, quizás fue el único que percibió que su tiempo se había acabado, le dijo a su esposa: Vámonos, Ana Isabel, que las gallinas están cacareando como gallos, y puso el mar de por medio. Se fue para París, la ciudad de sus encantos, y allá murió de la nostalgia del poder. Eso de que las gallinas ca careen como gallos fue algo más que una metáfora. La gente se había fatigado de la mentira, de la banalidad, del personalismo que consumía sus vidas y sus destinos, y decidió acabar con todo aquello. El Ilustre Americano había llevado su vanidad hasta el extremo de hacerse erigir estatuas en varios sitios de la ciudad. El cambio de los tiempos se consumó cuando las imágenes del general fueron destruidas por las masas airadas. Ya no había nada qué hacer. La pasión por el poder con tagió a todos los caudillos del siglo. Ninguno se satisfizo con un solo periodo, y todos optaron a la reelección o volvieron a su disfrute a través de revueltas o golpes de Estado. José Antonio Páez ocupó la presidencia en dos ocasiones, dentro de las prescripciones de la Cons titución de 1830, pero no conforme regresó una tercera vez y fue el más trágico fiasco que lo llenó de amargura, tanto que al escribir sus memorias excluyó el tema y dijo que las terminaba donde ha debido concluir su vida política. A José Tadeo Monagas le sucedió algo semejante. También tuvo una tercera vez, y salió con las tablas en la cabeza. Guzmán Blanco había gobernado en tres periodos de fortuna desigual, y a Joaquín Crespo la muerte le impidió volver por una tercera, como lo proyectaba, en 1902. Del pecado inconfesable de la ambición desmedida no estuvieron tampoco exentos algunos de los civiles Rojas Paúl, Andueza Palacio que ascendieron a las altas cumbres por conveniencia, siempre, o disposición de los hombres fuertes. Como escribí en Gracias y desgracias de la reelección presidencial en Venezuela, la cues tión de la reelección de los presidentes de la República fue siempre un tema que suscitó discrepancias, cuando las discrepancias podían ventilarse; o conformismo, cuando no quedaba otra alternativa, como en la era del general Juan Vicente Gómez. En materia de atribuciones...

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