La pasión según Mauricio Walerstein

Toda revisión histórica del cine nacional incluye obligatoriamente el nombre de Mauricio Walerstein, cineasta que, aunque nació en México, vivió treinta años en Venezuela. Los vivió y protagonizó, puesto que su película Cuando quiero llorar no lloro (1973), basada en la novela de Miguel Otero Silva, marcó un punto de inflexión en el devenir fílmico del país al convertirse en un extraordinario éxito de taquilla. A partir de aquella adaptación se habló del "boom del cine venezolano", pero a ésta siguieron otras obras que, por lo menos en la década de los años setenta, lograron consolidar el difícil matrimonio entre el público y las películas nacionales. De ellas destacan Crónica de un subversivo latinoamericano (1976) y La empresa perdona un momento de locura (1978), ambas cintas de Walerstein que se montaron en la ola del compromiso social y político que los tiempos reclamaban. Sin embargo, a inicios de los años ochenta, el director enfocó su cine en historias íntimas, en las que los personajes accionan y reaccionan guiados por sus pasiones. La máxima felicidad (1982), Macho y hembra (1984) y De mujer a mujer (1986) son pruebas de ello. "Me obsesionan los encuentros súbitos, las posibilidades del `golpe al corazón', como lo llamaban los surrealistas. Creo que es una apuesta por la redención de la pasión amorosa", dice el cineasta desde México, país donde vive desde finales de 2003.

Walerstein se encuentra en Venezuela para presentar Travesía del desierto, el primer largometraje que dirigió en su país (con la participación del CNAC), luego del telefilme que hizo para TV Azteca, ADN: la prueba (2005). Travesía del desierto, que se estrenará el viernes, es protagonizada por los actores mexicanos Humberto Zurita, Mónica Dionne y Enoc Leaño, y los venezolanos Claudia La Gatta y Carlos Cámara. Narra la historia de Víctor (Zurita), un empresario que viaja a la provincia de México para acompañar a su chofer y medio hermano José Francisco (Leaño) al lecho de muerte de la madre de éste. De regreso a la ciudad, el carro de Víctor se avería en medio del desierto. Allí se topa con el equipo de producción de una película, pero también con Patricia (La Gatta), sensual actriz y perfecta encarnación de la subyugante ninfa de la leyenda que la mamá de José Francisco le contaba de niño. El empresario pasa la noche con la trouppe, pero al día siguiente descubre que el rodaje es una mampara para el tráfico de drogas. Mientras tanto, la familia y una amante de...

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