La patria nueva y las viejas verdades

Como en Fuenteovejuna, todos a una proclaman que nadie quiere nada con el pasado, y que el pasado no puede volver. Esto último no sólo es un exceso, sino también una tontería. El pasado nunca vuelve, y la historia no se repite. Aquello de que los que no conocen la historia están condenados a repetirla, no se puede tomar como una sentencia, sino como el aviso inteligente de que el pasado puede sorprender a quienes lo desconocen. Una cosa es no querer nada con el pasado, otra que el pasado no puede volver y otra ignorar, alterar o desconocer el pasado. Juan Vicente Gómez no pue de volver, pero no conocer lo que sucedió en su tiempo ni mirar a las profundidades de sus abismos es algo muy grave para una sociedad como la venezolana, sobre la cual pesa la maldición de algunos de sus intelectuales de que la gobernabilidad del país decían entonces sólo sería posible bajo el reinado del gendarme necesario. Si se conociera la historia del general Gómez quizás estaríamos mejor preparados para afrontar las tentaciones de quienes pretendan emularlo quedándose en el poder mediante sus métodos. ¿Sabe usted cómo manejaba el petróleo el viejo dictador? Pues, a discreción, como a sus vacas. No pocos de los que procla man no querer nada con el pasado lo hacen como una excusa elegante para justificar su desconocimiento. A aquellos que quieren secuestrar el futuro les resulta ventajoso ignorar el pasado, y por eso quieren reescribir la historia. Esta ignorancia les permite borrar el pasado como término de referencia, y poco a poco van logrando que el país se convierta en una inmensa bruma donde nada ni nadie pueda reconocerse. Esta tonta manera de ha cer política antipolítica debe desenmascararse porque los que proclaman la nueva política se dan la mano con los que quieren hacernos ver que vivimos en la patria nueva. Si supieran un poco de historia, no caerían en la necedad de repetir la consigna del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, que a su espantoso régimen lo llamó así: la patria nueva. El protagonista de La fiesta del chivo quiso borrar el pasado, y lo ahogó en sangre. Quizás sería útil hacer abs tracción de las querellas imprecisas contra el pasado para verlo no con misericordia, sino con la objetividad que proveen los hechos. Dígase, en primer lugar, que la era democráti ca fue un periodo durante el cual, y por primera vez en la historia de Venezuela, el poder civil disfrutó de sus prerrogativas, negadas desde el derrocamiento del presidente...

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