Pedro Grases y Stefan Zweig

La relación pudiera parecer curiosa por deshabituada. Si bien lo más perdurable en la obra del maestro español serán siempre los estudios dedicados a los orígenes de la imprenta, a las fuentes de la Independencia y al pen samiento decimonónico Bello, Baralt, Acosta, Rojas y etc., todo lo que escribió, desde el más breve al más complejo de sus textos, deviene en recorrido iluminador de noble perduración. Es el caso de la reseña que escribe en 1943, con destino al número 3 de la revista Bi tácora, sobre la autobiogra fía del ensayista, narrador y biógrafo austríaco, titulada El mundo de ayer apareci da en alemán en 1942, ha sido editada de nuevo por la Editorial El Acantilado en 2002, la misma que se ha ocupado de reinsertar toda la obra del ensayista austríaco en los ámbitos libreros hispánicos actuales, como lo hiciera en su tiempo la Editorial Juventud; una y otra en muy bellas ediciones, a sólo un año de saberse la desdichada muerte del escritor la tragedia ocurre en Petrópolis, Brasil, al acordar suicidarse junto con su esposa, en un rapto a lo Kleist, uno de sus poetas preferidos; el mismo autor que había estudiado amorosamente en su perturbador libro La lucha contra el demonio, el año 1925. El texto crítico ha sido recogido en el volumen 12 de las obras del sabio bibliógrafo. Un quinteto de anotaciones lo reporta como sustantivo en la evaluación del cronista. La primera nota sentencia el carácter de la obra y la huella de sensible perturbación que deja: Hemos terminado la lectura del testimonio más impresionante de la tragedia de estos tiempos. La segunda ensaya la definición: La autobiografía de Zweig nos deja la más profunda impresión de un espíritu...

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