Una peluquera en Nueva York

Cualquier buen guionista tendría material parejo para realizar tremenda película del tipo basada en hecho reales que tanto fascina a los espectadores. La trama contendría las claves básicas para el éxito: poder, sexo, teorías de conspiración y sobre todo, mucho, mucho, mucho dinero. Las escenas violentas, que suelen ser costosas, podrían resolverse con material documental, que tenemos de sobra, lo que aliviaría el costo de la producción.La sinopsis podría ser algo más o menos así: una caravana de 24 camionetas blindadas atraviesa Nueva York, se detiene en el lujoso hotel Grand Hyatt y, una tras otra, se van bajando 120 personas, todas igualitas. Nadie distingue quién es el presidente o la primera dama o los guardaespaldas cubanos, o los médicos cubanos, o las amigas, hijos y nietos de la primera dama que se fueron a rumbear con ella los dineros de un país latinoamericano en ruinas. En fin, nadie sabe al principio quiénes son los verdaderos protagonistas hasta que, en la segunda toma, la cámara va descubriendo el lujo de la suite principal que permite una vista espectacular de Manhattan a través de todas las ventanas de sus 1.300 pies cuadrados: ¡Mira, hay un Imacs en cada cuarto!, dice ella.--¡Chamo, el equipo de soni do es Bose y tenemos tres pantallas planas gigantes! lanza el nieto tres cuartos más allá, mientras las amigas de la primera dama comienzan a esconder en los maletines de mano los productos de baño June Jacobs para que la mucama los reemplace al día siguiente y volvérselos a palear.En fin, muy grotesco todo, muy Robert Rodríguez. Hasta que, de espaldas, vemos la figura de la verdadera protagonista tiene que ser un hambrón, tipo Jennifer López o Penélope Cruz, digo por la taquilla, un trasero enorme que entra en la suite presidencial con un sospechoso maletín en la mano. Lo abre y justo cuando los espectadores juran que va a acribillar al presidente, lo que saca es un secador de pelo y dos cajitas de tinte -uno negro, otro rojo-, que la peluquera deberá probar primero en las canas de los guardaespaldas cubanos, aunque en su pasaporte diga que son supervisores estéticos.Me cago en diez, se lamen ta bajito uno de ellos, ligando que, al menos esta vez, le corresponda el tono Negro Terciopelo.Cuando la peluquera pre sidencial saca las tijeras y las acerca a la...

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