Pensar el movimiento

Estoy en un mundo donde no puedo más que sumergirme. A veces lo palpo con el ángulo de un brazo, con un giro circular del torso, en una huída libre de la cadera. Eso es la danza. El único dominio donde puedo expresarme. La voz de Sonia Sanoja vuelve, aleccionadora, a testimoniar la trascendencia del cuerpo en su ámbito reflexivo. Su ejercicio literario no muestra la pretensión de una escritura trascendente, no obstante serlo, surgida de las especificidades de la danza artística, donde se ha mostrado sólida y genuina. A través de la danza Mon te Ávila Editores, 1970, el libro más referencial de la teoría de la danza en Venezuela, arriba a los 40 años de su primera publicación. Lo significativo del texto de Sanoja determina la importancia de la conmemoración. Las visiones del movimiento plasmadas en esta obra, aunque provienen de miradas profundamente interiorizadas, no resultan personalistas. Muy por el contrario, el íntimo, turbado e intenso impulso que las origina, logra convertirse en manifiesto ejemplarizante de validez universal. El gesto atípico de la bailarina, paradigmático localmente, tuvo igual resonancia en otras latitudes. El crítico mexicano Luis Bruno Ruiz destacó lo que llamó la filosofía telúrica en la intérprete. La tierra habla y el creador recoge sus palabras. La danzarina toma el sentido mágico del paisaje: vibra conforme a las leyes numéricas de la naturaleza. La bailarina expresa un poema vivo, todo un elenco prodi gioso está en su cuerpo. A su vez, el historiador francés Paul Bourcier calificó de insólitas las obras de Sonia Sanoja, impactado seguramente por las marcadas facciones de su rostro indígena y las manifestaciones de su cuerpo denso. Sus danzas...

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