Al niño periodista

Muy estimado niño de vocación precoz, te vi en la cuña de televisión donde decías que querías ser periodista. Esto me ha conmovido. Comprendo que quieras hacerte reportero para ser portador de buenas noticias, como dices en la propaganda. Quién no ha experimentado el júbilo de ser emisario de buenas nuevas, esa excitación que invade el ánimo en el minuto previo a la revelación que sacará sonrisas y lágrimas de alegría y alivio. Lamentablemente, esos anuncios suelen corresponder más al ámbito privado que al público, porque los hechos noticiosos no suelen ser protagonizados por gente que cumple con su deber, puesto que esto no es noticia. Es lo previsible. Lo natural. Noticia es aquello que escapa a la normalidad, a lo esperable. Y lo otro es que un periodista es un profesional entrenado para distinguir el trigo del polvo; esto es, formado para escrutar el poder y desmontar sus falacias los poderosos gustan disfrazar de éxitos sus fracasos, y suele ocurrir que un daño al colectivo sea divulgado como un beneficio. Entenderás esto, que parece complejo, con gran facilidad y nitidez con el ejemplo que voy a darte. Lo tienes delante. Al guien te ha mandado a difundir, mediante un micrófono, la especie según la cual la llegada de miles de computadores del extranjero es una excelente noticia. Fíjate bien: el periodismo consiste en discernir entre la verdad y lo que parece serlo. Repetir lo que te ofrecen como buena noticia sin someterlo a examen, es lo contrario del periodismo. ¿Estoy diciéndote que es ma lo que los niños de Venezuela tengan computadoras? No. Estoy afirmando que tal distribución es un velo que no alcanza a cubrir las trampas montadas con el llamado proyecto Canaima, que no es más que un nombre hueco, algo así como los seudónimos que se ponen los niños para jugar a ser lo que no son. Su denominación real es Magalhães. Una de las celadas es que la computadora, muy chévere, cómo no, es un caballo de Troya en cuya panza va una inmensa cantidad de propagando gobiernista; la peor, por cierto, puesto que son recortes de los mediocres discursos del Presidente, el chapucero de febrero de 1992. Hay otros libros, ciertamente, como el de Rigoberto Lanz, que hará las delicias de chicos y grandes. Debe ser lo único...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR