Perrarina

El jefe del Estado en su condición de candidato a la tercera reelección repitió en reitera das ocasiones que en el período de la democracia representativa los venezolanos comían perrarina. Nadie de sus allegados ni sus subalternos se atrevió a sacarlo de su equivocación, mucho menos a corregirlo. Obvio. Se desconoce, por ahora, cómo se originó esa leyenda urbana que, por lo general, repite la gente de origen rural, que es la que le tiene más animadversión a compartir sus alimentos con los animales. No tanto por asco, que parece ser el caso que nos ocupa, sino por escasez. Ninguno compraría una lata de atún para alimentar el gato o cuanto menos dividirla con la mascota, como ocurre en los centros urbanos. Por supuesto que no es aconse jable desayunar con perrarina, ni con algún otro alimento preparado para animales, pero a nadie le hace daño hacer arepas con el maíz que se les echa a las gallinas. Los pobres que viven en la penuria saben que peor que no cenar es acostarse sin esperanzas. No es sólo una frase bonita, lo saben quienes sufren cárcel sin que se les siga proceso judicial alguno. Sobran ejemplos. La perrarina es un compuesto de carne y vegetales, que reúnen los requerimientos kilocalóricos que necesitan los perros. La mezcla y la cantidad varían según la raza, el tamaño y la salud. Algunos animales son alérgicos y requieren dietas especiales. Se dice que el grado de civilización de un país se mide por cómo trata a los niños, a los dementes y a los animales, pero ese es otro asunto...

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