El Pimiento Verdi tiene condimento venezolano

¿De dónde habrá sacado Albert Boadella a Elvia Sánchez, José Manuel Zapata, Antoni Comas y Luis Álvarez?. La pregunta se la hace el crítico de teatro de El Mundo de España, que elogia los dotes de cazatalentos del dramaturgo español, creador de la compañía Els Joglars y responsable de gratos recuerdos de seguidores del Festival Internacional de Teatro de Caracas, a propósito de su estreno más reciente .El primer nombre salta a la vis ta. Se trata de la soprano caraqueña hija de Alfredo Sadel que desde 2001 decidió buscar nuevos horizontes en Europa y encontró en Madrid su epicentro artístico. Formada en el Conservatorio de la Orquesta Nacional Juvenil, la UCV y la Guildhall School of Music y Drama de Londres, ha representado papeles como Fiordiligi en Così fan tutte de Mozart, con la Ca merata Lírica de España, y Paloma en la zarzuela El barberillo de Lavapiés de Luis Mariano de Larra, con la Ópera de Cámara de Madrid. Y así, muchos otros, en teatros principales de varias ciudades ibéricas.El viernes, después de 3 meses de trabajo, se metió en la piel de Brunilda en El Pimiento Verdi.Fue justo después de la tercera función cuando la cantante venezolana se sentó a responder interrogantes. Para las 11 funciones restantes de la obra, que se presenta en los Teatros del Canal de Madrid, las entradas están a punto de agotarse.--¿Qué puede contar acerca de Brunilda? --Es uno de los personajes wagnerianos que asiste a la cena en El Pimiento Verdi, restaurante donde esa noche se le rendirá homenaje a Verdi. Hago pareja con el catalán Antoni Comas, un prodigio de artista que, así como canta de bien, toca el piano y la guitarra y actúa. Somos los antipáticos del argumento, los que ponemos la discordia entre los aficionados verdianos que acuden al homenaje, interpretados por María Rey-Joly y José Manuel Zapata.--¿Qué exigencias implica el personaje? --Supone para mí el debut como actriz. Es aprenderse un texto, saber manejarlo con fluidez.Ha sido una experiencia fantástica y quedé enamorada del oficio. Tenía unas cuantas herramientas, por la formación que tuve en Inglaterra y porque aprendí mucho trabajando con gente como José Ignacio Cabrujas, Luigi Sciamanna y Orlando Arocha, pero nada mas allá de lo que me pudiese valer para el desempeño como cantante de ópera. Aquí me sentía mucho más desnuda sobre el escenario, más frágil. Y la parte vocal es un reto, pues tenemos que cantar infinidad de cosas...

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