Pina : viaje hacia una artista irrepetible

A Pina Bausch las palabras siempre le parecieron insuficientes. Por ello cuando decidió hacerse bailarina lo hizo con un solo plan: trazar con su cuerpo la grafía de todo lo que abrigaba dentro de sí, de su alma. Un alma atormentada a la que le urgía hablar del amor pero con más énfasis del desamor, la soledad, la fragilidad de su sexo y el miedo, aunque también de la esperanza. Y más que concentrarse en la técnica, la coreógrafa alemana recuperó para la danza contemporánea la libertad del gesto y los movimientos del diario tránsito vital de las personas. De usted. De cualquiera. Y con ello, transformó la expresión dancística en una perfecta extensión de la realidad del ser humano. En las coreografías de Bausch los ejecutantes caminan, se dejan caer por el peso de la gravedad, corren, se sientan y hasta reposan cansados sobre cualquier elemento escenográfico con el que interactúen. Desde su compañía, Tanz theater Wuppertal, Bausch hizo vanguardia con lo esencial. No fue un ser de otro mundo, sino una artista con el existencialismo en permanente erupción, que hizo de sus bailarines especies de médium capaces de proyectarla a ella sobre los ocupantes del patio de butacas. No son estos los que se desnudan frente al público. Es Pina expuesta. Casi siempre agredida, violentada, desolada... mujer. Esta es tan sólo una ínfima parte de lo que el realizador alemán Wim Wenders muestra de su amiga en el documental Pina, producido con tecnología 3D no por esnobismo sino porque el objetivo del autor de París Texas y El cielo sobre Berlín. Las alas del deseo es equiparar la experiencia cinematográfica con la de un es pectáculo en vivo, además de ofrecer al espectador la posibilidad de apreciar el carácter histriónico...

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