Pino, el mecánico

Para ser experto en mecánica automotriz sólo hay que tener un carro viejo. Ese es mi caso. Soy el mejor amigo y a la vez la pesadilla de mis mecánicos, incluso del principal, el canario Pino, el cascarrabias de la avenida San Martín. Pino se me queda viendo cuando llego al taller, y luego, con la mano, se persigna y le echa la extremaunción al carro porque imagina lo que viene. ÂMira Pino, le siento una fallita con un ruidito que se escucha como pitz..., pitz..., pitzzzz... y al rato hace put..., put..., putttt... Y en el peor de los momentos, se apaga. Debe ser una pendejadita, pero me tiene harto. Pino, con una cara difícil de describir, combina ción entre ay, papá, salvé el día con qué ladilla con este carro otra vez, disimula e hipócritamente es compresivo. Él sabe muchísimo de todo, pero tiene como diez ayudantes, cada uno es especialista en algo. Todos están atentos hasta que Pino hace una seña y se acerca uno que viene con cara de ah, sí, el más pendejo, pero, al igual que Pino, también disimula. ¿Cómo está, señor Nazoa? ¿Cómo es el ruidito? Pino, tajante, le dice: ÂNo preguntes. Móntate en el carro y oye. El mecánico se monta. Me dice que demos una vueltica y pasa algo que jamás falla: el ruidito o la fallita desaparece como por arte de magia, y yo ligando que la maldita falla salga para que el mecánico la escuche. Pero nada. El carro finge perfección. Regresamos al taller y Pino me mira con despre cio y con cara de que yo soy un maniático que inventa vainas para molestarlo. ÂClauuudioo... estoy muy ocupado. Llévate el ca rro y tráemelo cuando tenga la falla. ¡Pero, Pino...! Tengo semana y media con la fa lla. A veces se me apaga; incluso, el otro día fui a un motel y cuando quería regresar el...

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