Plegaria

Mohamed Lar iyani, alto funcionario del Gobierno iraní, ha declarado esta semana que la homosexualidad es una enfermedad mental, un estado espiritual pecaminoso, una adicción. Esta fue una de las respuestas oficiales ante un informe de Naciones Unidas que denuncia las violaciones de derechos humanos en ese país. Cualquiera podría decir que se trata de un asunto interno, que es un problema moral que atañe a la soberanía religiosa de Irán. Eso sólo puede ser cierto a medias. Como ocurre siempre que se intenta simplificar la realidad. También el nazismo tenía una ética. También Pinochet seguía su propia moral. En el artículo 109 del Código Penal islámico se contempla la pena de muerte como posible castigo a la homosexualidad. No son mariqueras. La tecnología y la globaliza ción le han dado al mundo un nuevo ritmo, otra rapidez. Tal vez por eso ciertas culturas, y estructuras, religiosas lucen cada vez más atrasadas, ligadas a otro tiempo, excluidas por vocación propia del futuro. Mientras la tendencia civilizatoria avanza hacia el cambio de legislaciones y la aprobación del matrimonio gay, Irán persiste en el fracaso de pretender controlar la diversidad e imponer un único orden tan religioso como autoritario. Utilizan los mismos argumentos que usaron Fidel Castro y la más conservadora derecha norteamericana para perseguir a los homosexuales. La diferencia les parece perversa. De la misma forma, Irán ha atacado el adulterio. Según Amnistía Internacional, actualmente, hay por lo menos 15 personas que, a cuenta de una infidelidad, podrían afrontar una muerte tan brutal como la lapidación. Por un simple cacho, te arriesgas a morir a pedradas. Todavía podría, incluso, de cirse que estamos en un terreno particular siempre cenagoso: las complejas relaciones entre sexualidad y religión, entre la intimidad y la norma. Pero en Irán todo va más allá. Basta recordar el caso del cineasta Jafar Panahi, director de exitosas películas como El cír culo y El espejo, premiado en importantes festivales como los de Cannes, Venecia o Berlín, quien actualmente cumple una condena de 6 años de cárcel y tiene, encima, la prohibición de abandonar el país, hacer cine y dar declaraciones públicas, durante los próximos 20 años. No está enjuiciado por homosexual. Tampoco por adúltero. Tan sólo por filmar lo que quiere. En las últimas elecciones, Pa nahi cometió el pecado de apoyar públicamente al Partido Verde y oponerse a Mahmud Ahmadineyad. Estaba trabajando...

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