El poder de una idea

La escena es la siguiente, filmada por un celular mantenido a una prudente distancia de los acontecimientos: una voz femenina y de buena pronunciación, amplificada con un megáfono, invita a los clientes de una larguísima y bochornosa cola frente a un local no identificado a reflexionar sobre su lamentable condición.Los argumentos de la mujer son los dictados por el sentido común y son los que se repiten a diario incansablemente, son la materia misma de la conversación cotidiana: Esto nunca había pasado; nadie se merece esto; no es justo; hasta cuándo hacer colas para no encontrar lo que se necesita... Nada extraordinario, excepto, por supuesto, el tono de arenga y el megáfono. La cámara por así decir se fija en los parroquianos que evi tan a toda costa parecer interesados en la situación: unos levantan la mirada al cielo con hastío y otros no la despegan de sus celulares. Rápidamente entran en cuadro dos militares o milicianos que van aproximándose a la dama en cuestión lo que señala que el establecimiento está custodiado rodeándola como se haría, digamos, con una ternera caprichosa, e incitándola a alejarse.En cuanto queda clara la maniobra de los militares, se desencadena la reacción del público: de la cola salen insultos diversos hacia la mujer del megáfono, y especialmente una señora rotunda se complace en articular el mensaje colectivo: ¡Escuálida! ¡Cállate! ¿A ti qué te importa que nosotros hagamos cola? ¿Acaso eso es problema tuyo?.Se trata, como algunos lec tores sabrán identificar, de un video que circuló por Twitter hace quizás un par de semanas. Una mujer preocupada por lo que percibe como apatía y pasividad se encuentra con que su ánimo de protesta y su mensaje concientizador es percibido como una intromisión, un exceso o una invasión. La arenga, lejos de formar comunidad, sirvió para que lo que quedara de bulto fuera la horrible división entre los venezolanos, que parece más importante que cualquier necesidad, cualquier cansancio o cualquier protesta. Sirvió para que se formara un nosotros que excluye, y que, siendo víctima, no quiere admitirlo. O al...

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