De poder a poder, la guerra o la paz

Aplicar el jacobinismo después de Termidor, escribió Heinz Dieterich el pasado 30 de diciembre en el portal digital Aporrea al analizar el llamado de Nicolás Maduro tras la debacle electoral del 6-D a pisar el acelerador de la revolución a fondo, es decir, a ejecutar la revolución cuando la contrarrevolución ya ha triunfado, es una ridiculez histórica.Es de lamentar que Maduro no le hiciera el menor caso a Dieterich. Peor aún que Diosdado Cabello pasara por alto el significado de lo ocurrido y violentara los términos y los lapsos legales previstos para armar, en los días finales de la legislatura que ya agonizaba, un Tribunal Supremo de Justicia a la medida exacta de los intereses políticos y patrimoniales del régimen. El segundo paso de esta tortuosa artimaña se produjo el mismo día en que se instaló la nueva Asamblea Nacional, cuando el PSUV solicitó la impugnación de los cuatro diputados por el estado Amazonas y el TSJ declaró a la directiva de la AN en desacato y calificó de nulas las acciones que el Poder Legislativo emprendiera a partir de ese instante crucial.La insubordinación del Po der Ejecutivo, con el respaldo sumiso de un TSJ encargado exclusivamente de brindarle al régimen el blindaje oportuno para seguir profundizando su deriva totalitaria con absoluta impunidad, colocó a Venezuela a un paso de su peor crisis institucional desde los tiempos de Monagas. Por fortuna, el conflicto, al menos por ahora, duró muy poco. Por una parte, la oposición aceptó el jueves desincorporar a los 3 diputados opositores de la discordia; por la otra, el TSJ, en vista de que el artículo 237 de la Constitución obliga al presidente de la República a rendir cuenta de su gestión personalmente, a la Asamblea, de inmediato le devolvió a la AN su legitimidad.El acuerdo, por supuesto, ya ha generado los primeros reproches en las filas de la oposición y también en las del oficialismo. En un primer momento, la oposición se había comprometido públicamente a no ceder a la exigencia del TSJ, y Maduro parecía resuelto a neutralizar, de una vez por todas, el contratiempo de una AN no subordinada a Miraflores. Ilusiones ambas políticamente imposibles. Ni la AN dispone de fuerza suficiente para legislar y controlar al...

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