Un poema no es otra cosa que un sueño que yo realizo en la vigilia

Parece fácil decir que a los poetas todo se les convierte en acontecimientos, pero es así. Hace pocas semanas recibí una llamada de Babe lia Âel suplemento cultural del diario El País proponiéndome entrevistar a Tomas Tranströmer. Un diálogo de poeta a poeta, así me lo dijeron. Ajusté la idea, pensando que al menos un poeta grande iba a ser entrevistado por uno de sus lectores. Nacido en Estocolmo en 1931, puede asegurarse de él, sin que suene anacrónico, que es un poeta. También traductor, músico y psicólogo en instituciones penitenciarias suecas. Es uno de los poetas suecos más influyentes en las letras universales. Aun así, el Nobel me parecía difícil, porque no deja de ser sueco y la paradoja persigue especialmente a los poetas. Tomas Tranströmer responde mis preguntas por escrito. No por la moda electrónica de nuestra época, sino porque hace dos décadas que se comunica así con el mundo. Él mismo hará alusión en la entrevista al ictus que sufrió hace años. Aquello lo privó del habla y le dejó paralizada la mitad derecha del cuerpo. Está reconocido internacionalmente como alguien que pone absolutamente al día las antiguas funciones del poeta. Hemos intercambiado correos electrónicos con la ayuda de su traductor, el poeta uruguayo Roberto Mascaró. --Pocos poetas actuales han dejado tan claro que Horacio se encuentra en su principio. En su primer libro, escrito en plena juventud, guardó usted un torrente poético vanguardista en las serenas formas horacianas. --En la década de los cuarenta, el estudio del verso clásico, además de la lectura y la traducción de Horacio, estaban incluidos en los estudios secundarios. Los alumnos tenían 17 o 18 años, y fue por ese tiempo que empecé a escribir poesía. Sentíamos a Horacio tan contemporáneo como René Char y los otros surrealistas. Realmente, era tan ingenuo que se transformó en sofisticado, es decir, se confundió lo que para mí era algo cotidiano y normal recibir influencia de Horacio con un gesto de vanguardia. --Veo, por cierto, muy horaciana su percepción del hielo y la nieve, en la medida en que propician el apartamiento. ¿Sigue usted reclamando diez minutos de soledad poética para inaugurar el día y clausurarlo? --Ahora, ya cumplidos los 80 años, tengo tiempo de sobra para satisfacer mi necesidad de soledad. Hoy son otras las dificultades para mi ejercicio de la escritura. --La sonoridad de su poesía es un placer. Por ejemplo, barkborrarnas protokoll suena también rotundo en la traducción...

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