De poetas y rejas

El poeta venezolano Alí Lameda conoció los campos de concentración de Corea del Norte. Fue un militante comunista que se creyó el cuento de la revolución y quiso vivirlo en carne propia. Convencido de que ese era el destino glorioso de la humanidad aceptó un trabajo como traductor de los discursos de Kim Il-sung, desde una versión francesa. Le dieron un apartamento, ca rro y chofer, que le cambiaban to das las semanas para que no pudieran entablar amistad. Al poco tiempo se dio cuenta de que todo era una farsa, que el pueblo moría de hambre y que se trataba de una vulgar y militarizada dictadura. En las cartas y postales que enviaba a su familia en Carora criticaba y se quejaba del régimen, a veces con amargura y otras con desdén y bastante humor. Contaba que los sufridos norcoreanos se comían todo lo que volaba, menos los aviones. El 24 de septiembre de 1967, Alí Lameda asistió a un banquete con los empleados del Departamento de Publicaciones Extranjeras. Hubo algunos chistes velados y risas simuladas sobre el gran líder Kim Il-sung y sus soporíferos discursos. A los 3 días, nueve esbirros lo fueron a buscar a su casa y se lo llevaron preso. Sin que mediara acusación alguna lo recluyeron durante 1 año en una celda de 2 metro de largo por 1 de ancho, muy parecida a las del Sebin. Lo sometían a largos...

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