Política, coraje y verdad

Muchas experiencias sobre la política hemos debido acumular en estos casi cuatro lustros combatiendo un animal estrambótico y criminal que ha destruido el país y desgarrado nuestras vidas. Sobre todo muchos y muy diversos fracasos, si la medida es no haberlo devuelto al excremento histórico que lo engendró; porque, ciertamente, la bestia, aún sangrante y dislocada hoy, sigue ahí cada vez que despertamos. Si estamos, estamos, en una vuelta crucial del camino sería sano tratar de pensar juntos en la naturaleza de esa impotencia última también de nuestros no pocos puntuales logros y notables y valerosos esfuerzos.Mirar el bosque para elaborar la próxima travesía, ¡la última dioses del Olimpo! Creo no exagerar que todo opositor sabe que necesitamos de esta revisión.Quiero llegar simplemente a una muy puntual y limi tada proposición. Política es una práctica racional para manejar relaciones de poder, conflictos. De esa perogrullada subrayo la palabra racional, la búsqueda de una verdad, muy precaria ciertamente, tanto que no pocas teorías la suprimen, que implica luchar contra innúmeros prejuicios que la distorsionan o la ocultan. Implica pues una lucha contra las zonas irracionales que nos constituyen necesariamente: intereses; sentimientos; pulsiones inconscientes, en parte destructivas. Y que es ante todo un acto moral sustentarla, de coraje esencial y de postergación de cálculos, sentimientos y beneficios propios.Me parece obvio, verbigracia, que es convicción gene ral, sentido común, justa prudencia, el concebir que no es en absoluto deseable que entre dos partes diversas pero suficientemente apertrechadas para la puja política, apostar solo a la violencia como forma de resolver sus conflictos. Aunque a veces esto se imponga, el pacifismo es una beatería inútil. Pero un grupo minoritario, muchas veces violando ese principio ético mínimo de no pedir a otro lo que tú no das, no deja de presionar para que la palabra negociación resulte, siempre, una traición, medida por algo que se hace cada vez más equívoco que llaman calle, para ellos sinónimo de violencia ¿de muerte?. Y esto vale para los estrategas del inevitable triunfalismo bélico, o los fascistoides que cantan al ideal guerrero o al ADN heroico del venezolano y cosas igualmente...

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