El porvenir ha llegado

Si hay algo que pueda redimir las amarguras del Premundial que hace días vio su última luz, es que ya no hay desaliento. No hay que volver a comenzar de cero, como era habitual, porque allá abajo, en el fondo del recipiente, ha quedado la maceración de una fe que no va a haber fuerza de este mundo que la haga desaparecer.Ni siquiera las miserias hu manas y las maledicencias.Después de la vida viene más vida, y aunque en la gente anidaba la utopía de ir al Mundial de Brasil 2014, hay que pensar en el trecho andado. Y aunque el respeto ganado no alcanza para estar entre las 32 bolitas del sorteo del próximo diciembre, ahora Suramérica verá a Venezuela con ojos que mixturan admiración y advertencia.Y recordemos el año 1992. El básquet consiguió su clímax con la inolvidable actuación de Portland, y la clasificación a los Juegos Olímpicos de Barcelona fue la glorificación de todas las cosas. Después llegó la caída, la pérdida del fervor popular y las horas duras, pero lo conseguido, Portland y los años previos a 1992, habían dejado ese fondo rocoso que ahora le tocará defender al fútbol.Dicen que ni el pasado ni el futuro existen. Que solo es verdad la existencia del hoy, de ese presente que a veces nos da en la cara con su realidad contundente. El porvenir hoy se convierte en hoy y en ningún otro momento que no sea hoy. Es la rueda que ha dado sus primeras vueltas. Por eso es que, al trasluz de los días, no hay manera de que podamos echar en las cunetas de la historia a la Vinotinto versión Premundial brasileño. Sí, no hubo clasificación, pero además de las ilusiones perdidas, hay que admitir que las cuen tas dan para decir que ese fuego sigue ardiendo. No todo está perdido; por el contario, se ha ganado, porque si se mira hacia atrás, si los retrovisores del tiempo valen, habrá que entender que, más allá del infortunio, ha sido mucho lo conseguido.Tener 21 años. Lo que habrá de llegar, que ya ha llegado, habla de mirar hacia la Copa América de Chile 2015 y el Mundial de Rusia de dos años después. Entonces, la generación de las barbas incipientes y los sueños desaforados, pide paso. Johandry Orozco, Fernando Aristeguieta, Rómulo Otero, Josef Martínez. Ese es el trébol de cuatro hojas sobre el que están los ojos de Venezuela y, en buena medida, la guía de ruta. Tienen hambre de glo ria y de goles y todos miran el fútbol hacia adelante; pero un momento: ¿cuál de ellos será el organizador del medio campo? No se vislumbra aquella cabeza de esquimal...

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