El príncipe negro

En La montaña mágica a Hans Castorp le repugnan las palabras de un médico del sanatorio de Davos cuando admite que descorcha botellas de oxígeno para los pacientes moribundos. Esta mezcla de servicio y obituario, de camarero y funeraria, de guantes blancos, corbata e inyección concita el horror de Castorp frente al inventario de la muerte. Hay, sin embargo, un sentido de elegancia y etiqueta en estas despedidas. Hans ha ido a la exclusiva clínica para visitar a un primo pero se ha contagiado y permanecerá en el hospital con temor de que le sea ofrecido el descorche. Castorp es un defensor de la vida que sin embargo terminará en el frente de batalla quizás convertido en suicida. Porque al optar por la guerra y hacer todo para morir adquiere para sí una forma de suicidio. Desde el país de los suicidas está escrito El príncipe negro, de Norberto José Olivar, y su tema no es otro que las notas de un hombre lobo que sueña, se encuentra y apuesta a su propia muerte en un rincón de la avenida Bella Vista de Maracaibo. También como en Davos, la muerte carece de sentido trágico y escándalo. Todo lo contrario: hay un aspirado bien morir con gracia y estilo como quien lleva el signo de la finitud en cuidadas tarjetas de presentación.El licántropo fantasea con suicidas así como los androides lo hacen con ovejas eléctricas: se incurre en la enumeración minuciosa de ellos, en sus métodos, en su cultivo del género como un deporte bien llevado y, sobre todo, que la ofrenda de hacerlo sea satisfecha hasta sus últimas consecuencias. Nada posee mayor descrédito para un suicida que una promesa mal cumplida o un intento fallido de honrar su palabra. Este afectado por la luna llena sufre una rara enfermedad adicional a las muchas que ya acumula como la palidez, la melancolía, los arrebatos y la redundancia.Se trata del mal de sí mismo, el no querer estar dentro de sí: para ello quizás el suicidio sea una forma de despojarse y apartarse de sí. Pero este suicida posible no lo hará. Abjurará de su identidad pero no se convertirá en impostor. Adoptará un primer nombre hasta lograr que el escritor Enrique Vila-Matas se suicide tirándose de un sexto piso siempre el número 6 y nuestro personaje pueda apropiarse más que del nombre exacto del catalán, de uno de sus más terribles ana gramas: Alive Satam, nombre que esconde su verdadera personalidad y probablemente la de ambos, en un misterioso y desconocido pacto que han suscrito a espaldas del lector.Y el Príncipe negro...

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